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Mi vida en 20 canciones: Corvata recorre 25 años de metal moderno y poder latino

El bajista de A.N.I.M.A.L. y Carajo cuenta las historias detrás de los temas que lo hicieron viajar por el continente

Empecé a hacerme preguntas”, dice Marcelo “Corvata” Corvalán. “¿Esto es todo en la vida? ¿Esto es el éxito?” El ex bajista de A.N.I.M.A.L. y fundador de Carajo es un hombre de 46 años que hace tiempo abrazó la espiritualidad para alcanzar las respuestas que buscaba. En la cocina del búnker que Carajo tiene en el barrio de Villa Ortúzar, Corvata habla bajo y pausado, con una parsimonia en la que no hay rastros del tipo que acaba de terminar un ensayo de cinco horas a todo volumen. Rodeado de instrumentos, equipos y cuadros de rock, dice con un mate entre las manos: “Necesitaba tener un porqué para hacer las cosas, una motivación extra que encontré en Cristo”. ¶ Repasar la obra de Corvata es atravesar un camino que empieza con A.N.I.M.A.L., el grupo de metal moderno que a mediados de los 90 dio paso a una nueva generación de heavies argentinos y con el cual Corvata -junto al guitarrista y frontman Andrés Giménez- fue del barrio a Hollywood. Conoció la intensidad de las giras continentales, grabó discos en Los Ángeles y compartió cervezas con Slash y Lemmy Kilmister en el Rainbow, el mítico bar rockero de Los Ángeles. “Esa etapa fue el pico máximo de mi carrera”, dice el bajista. “Después perdimos la brújula. Era mucho del afuera y de la imagen.”

Después de reencontrarse con Andy Vilanova, que había tocado la batería en el último período de A.N.I.M.A.L., y de conocer al guitarrista Tery Langer, formó Carajo en la víspera de la crisis económica de 2001 en Argentina. El debut del grupo, con el single “Sacate la mierda”, capturó la atmósfera oscura de aquellos días turbulentos y Carajo logró capitalizar lo que A.N.I.M.A.L. había sembrado en los 90, construyendo sobre esos cimientos una carrera que lleva 16 años, acumula seguidores, discos bien recibidos por la crítica y algunos premios: estuvieron nominados a un Grammy Latino en 2011 y se quedaron con el primer Gardel a Mejor Álbum Nuevo Artista de Rock Pesado/Punk, en 2016.

Esta nueva era coincidió con la transformación interna y espiritual de Corvata. “Fue todo un proceso, algo de mí que ni siquiera yo conocía”, dice él, con una mirada suave de ojos claros y la barba chiva minada de canas. “Cristo y su palabra me ayudaron a poder hacer todo esto bien: tener una banda sin que se me suban mucho los humos, poder transmitir lo que yo creo e intentar hacer una canción universal.”

Sin embargo, de momento Carajo logró eludir el mote de “banda cristiana”, y mientras trabajan en su séptimo disco de estudio, Corvata acepta mirar al pasado y revisar su vida junto a la música en este encuentro especial con Rolling Stone. “No pretendo ser un mesías”, dice.

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