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Tres cosas que seguro no sabías sobre el Indio Solari

Tres anécdotas que marcaron la prehistoria de Patricio Rey, para que las sumes a tu álbum de recuerdos. ¿Tenés una tuya para sumar? Tiene que ser poco conocida, eh.

CONCIERTOS COMUNISTAS

Se sabe que los recitales de la primera época de Patricio Rey eran mezclas de música, teatro, monólogos y performance. Lo que es menos conocido es que cuando comenzaron a tocar en Buenos Aires, el público que primero lo adoptó era una mezcla de marginales del centro con universitarios de izquierda. En Cemento, el mítico reducto rockero de Omar Chabán, la gente solía esperar que se iniciaran los recitales de los Redondos contando La Internacional, el histórico himno de los comunistas de todo el mundo.

CARLITOS, ME CAGO EN TU PUTA BOCA

La publicación de Un baión para para el ojo idiota provocó la explosión. Hasta entonces, los Redondos se las arreglaban tocando en sitios pequeños como Cemento o la ya desaparecida discoteca Satisfaction, del barrio porteño de Constitución. Pero llegó un momento en que no había manera de hacer entrar allí a sus crecientes legiones de fieles. Así que decidieron tocar en el estadio de Obras Sanitarias, el escenario más habitual del rock “comercial” de la época, un sitio en el que, según la leyenda, los Redondos habían asegurado que jamás se presentarían. En el también desaparecido diario Sur, el periodista Carlos Polimeni, escirbió una columna en la que –palabras más, palabras menos- acusada a los Redondos de traidores. Días más tarde, delante de una multitud, en el campo abierto del estadio Obras, el Indio le dedicó el insulto más elegante que se la haya hecho alguna vez a un periodista: “Genuflexo, arribista, aprendiz de yuppie… Carlitos de Sur, me cago en tu puta boca”. Touché.

¿Y EL INDIO DONDE ESTÁ?

Corría el otoño de 1991 y tras un recital de los Redondos en Obras, muere tras recibir golpes de la policía en una comisaría cercana al estadio Walter Bulacio, un joven fan de la banda que había acudido al evento. El llamado “caso Bulacio” se convierte en uno de los hechos sociales fundamentales de la época y pone el foco sobre el tema de la brutalidad policial, que todavía persistía impunemente como un legado de los tiempos de la dictadura. A lo largo de ese año el caso cobra cada vez mayor relevancia y se realizan numerosas marchas y actos, de los que los Redondos deciden mantenerse al margen. En una de aquellas marchas, que culminaba en el edificio del Congreso, un personaje de cabeza calva destacaba entre la multitud. No paraba de gritar: “¿Y el Indio donde está, y el Indio donde está?”. Era Gustavo Cordera, cantante de una banda que empezaba a hacerse notar en aquel entonces, llamada Bersuit Vergarabat.

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