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El futuro llegó: a días de que Marty McFly venga de los 80

El miércoles se cumplirá una fecha mítica para los amantes del cine, y en especial de Volver al futuro. El 21 de octubre fue el día en que Marty McFly viajó al futuro por primera vez y ya nada volvió a ser lo mismo.

 

Finalmente llegamos al futuro y los autos no vuelan, la corbata doble todavía es una ridiculez y las pizzas deshidratadas parecen una evolución imaginaria de las actuales Sibaritas. Pero el escenario que crearon Robert Zemeckis y Bob Gale para este 2015 aún permanece en la memoria de millones de fans hasta en sus detalles más pequeños. Prueba de esto es que el miércoles próximo se celebrará en todo el mundo un día fundamental para la legión de seguidores de Volver al futuro. No está relacionada con la efeméride de un estreno, sino con una escena clave de la segunda parte de la saga: el primer plano del display del Delorean, que marca como fecha de destino el 21 de octubre de 2015, el día en que Marty McFly, el Doc Brown y todos nosotros viajamos al futuro por un rato.

Si la primera película jugaba con la idea de transportarse al pasado y descubrir cómo eran nuestros padres a la edad en que se conocieron, la secuela (estrenada en 1989) nos dejaba imaginar el siglo 21 con los mejores efectos especiales de la época. En su momento, Zemeckis reconoció que no tenía planeado filmar una segunda película, pero a raíz del éxito gigante que cosechó Volver al futuro, transformada en un clásico del cine industrial a una velocidad récord, el director y su equipo cambiaron de planes y trabajaron en la 2 y 3 de forma simultánea.

Algunas de las ideas que vaticinaba Volver al futuro 2 se cumplieron, otras no, y deberíamos ubicar en un tercer grupo aquellas que fueron creadas a partir de la película, impulsadas por una fantasía que nos permite medir el impacto que ha tenido la saga en la cultura pop. Ahí encontramos a la Pepsi Perfect –una edición limitada de botellas fabricada por la marca en estos días, que emula aquella que recibe Marty en un bar decorado como en los ‘80–, zapatillas que se autoajustan (Nike lanzó al mercado unos miles de pares que se agotaron enseguida) o el legendario Hoverboard, ese skate flotante que todos quisimos usar alguna vez y cuyos prototipos, por el momento, se parecen más al planeador del Duende Verde que a una patineta para adolescentes.

Más allá de la cantidad de merchandising que generó desde su llegada a los cines, los artefactos futuristas y sus satélites son una parte accesoria de la segunda parte de la saga. Necesaria e icónica, sí, pero complementaria de su verdadero encanto: al igual que en las otras dos películas, el fuerte de Volver al futuro 2 es su argumento, la manera en que un viajero del tiempo puede modificar el porvenir con sus acciones. Ese dilema es la base que sostiene su magia, su perdurabilidad.

Uno de los grandes aciertos de la película ha sido mostrar una temática bastante compleja –largamente abordada por el cine, la física y la literatura– de una forma entretenida y sensible, con humor y grandes dosis de acción. Por eso no es tan fácil de clasificar: ¿Es Volver al futuro una saga de aventuras, de ciencia ficción? Si los videoclubes todavía tuvieran la incidencia de otros tiempos, haríamos justicia al ubicar los tres filmes en el estante de grandes clásicos.

“Los efectos visuales son cada vez menos caros, desde que tenemos tanto poder de procesamiento ahora. Voy a la escuela de cine de la University of Southern California y hay estudiantes renderizando mundos en 3D en sus ordenadores que compiten con las grandes empresas de efectos”, comentaba Zemeckis a El País días atrás, a propósito de una retrospectiva dedicada a su figura en el MoMA de Nueva York. “Cuando los efectos digitales lleguen a ser parte de todas las películas y los directores estén limitados sólo por su capacidad artística, espero que todo vuelva a girar en torno a la historia”.
Lección para el futuro: pueden inventarse muchas cosas, pero las buenas historias son irreemplazables. Siempre vamos a querer volver a ellas.
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