Cómo es el séptimo disco de la banda que, en exclusiva, explica cada una de sus nuevas canciones.
En el booklet interno de “Las Antenas”, el séptimo disco de Estelares, Manuel Moretti firma una explicación: dice que el título del álbum “refiere a la idea de no quedarse solo”. La soledad es una constante en su poesía y acá se pone de manifiesto desde el primer tema, el que le da nombre a todo el trabajo. De la mano de la frase “nosotros dos suena mejor que vos y yo”, se apela al rescate de las canciones, a la banda de sonido de la vida. En el caso de Estelares, esas canciones -otra vez en palabras de Moretti- “han sido nuestro faro”. La música es entonces, una guía sobre cómo moverse en este mundo.
Pero además la banda mantiene vivo un costado del pop que en la Argentina tiene cultores selectivos. A fuerza de perseverancia ganaron un lugar destacado y lograron que cada uno de sus temas encuentre el disco correcto dónde aparecer. En “Las Antenas” hay temas compuestos poco antes de llegar a la sala de grabación y otros que se rescatan del pasado, de viejos demos y de los tiempos en que Estelares no existía como tal.
El nuevo disco es más oscuro y con letras tan cargadas que hace que el hit radial Es el Amor quede como un corte pop engañoso, una puerta de entrada que promete cierta alegría en un clima amoroso aparecen viajes y -otra vez, “canciones al mango”. Pero aún en este contexto hay soledad y lugar para la acidez. En este universo la guitarra de Víctor Bertamoni y el bajo de Pablo Silvera son el complemento ideal para las reflexiones de Moretti.
La producción de Juanchi Baleirón vuelve a poner al grupo frente a la consolidación de un sonido donde no faltan los coros beatle interpretados por los Mario Barasi y Agustín Insausti de Super Ratones, ni los saxos a cargo de Christian Terán ni los violines y trombones. El propio Baleirón no resiste la tentación y mete voces y guitarras. A su manera, el cantante de Pericos es un tutor que explora los archivos del grupo y elige las canciones que cuajan con ésta etapa.
Algunas canciones merecen una mención aparte. Por ejemplo ¿Quién no se ha besado en Mardel?, un destino de hit que podría provocar la envidia de Jorge Serrano. Acaso la ciudad que fue para la primera mitad del siglo XX la Burdeos argentina y para la segunda el símbolo de las primeras vacaciones, aparece retratada como el ese lugar donde todos los argentinos tenemos una anécdota. La pregunta de Estelares suena recurrente, porque vamos, quién no se ha besado allí.
Por su parte el novedoso instrumental dispara recuerdos de Amor sin Rodeos de Gustavo Cerati y Una Noche en San Juan expande el horizonte folklórico hacia el retrato de una plaza que representa a miles iguales a lo largo y a lo ancho del país. Hacia el final, Los lagartos mueren de pie: una exploración épica por los recuerdos donde se ve aquello que nunca se puede ver, que está al al lado pero resulta invisible. Los punteos de guitarra disparan los gritos desesperados de esa oscuridad con la que suelen cerrar sus discos aunque digan, con voz clara que se trata de la “misma tétrica sensación/de este futuro tan lleno de luz/ aquel presente seco y asfixiante/hice todo lo que tenía que hacer”.
Estelares hizo otro disco donde los recuerdos de un pasado de soledades y angustias siguen siendo los fantasmas del artista y el principal motor para desplegar sus antes, sus puntos de conexión hacia las canciones, ese campo que tanto trabaja Moretti con cuidado porque en este mundo, él lo entiende, nunca se sabe qué puede pasar.