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Despistados: ¿Falta de memoria, desapego o pura distracción?

Te despertás y no encontrás los anteojos. Sabés que pueden aparecer en cualquier lado: el cajón de las medias, debajo de la cama o incluso en la heladera. No es algo nuevo, sos famoso entre tus amigos y familia por perder las cosas en tu propia casa, olvidarte la torta adentro del horno y darte cuenta de que no pagaste la cuenta del teléfono una vez que te lo cortan. Algunos lo ven como una actitud de elevado desapego, otros se fastidian con tu despiste y vos sentís que es algo inmanejable que te da dolores de cabeza y te hace perder el tiempo. ¿Por qué no podés cuidar tus cosas? ¿Qué significa que andes por la vida olvidando y perdiendo todo? ¿Falta de atención, problemas de memoria o simplemente tenés las prioridades puestas en otro lado?

Pasar horas dando vueltas en busca del objeto perdido le quita la paz a cualquiera. “No hay día que no pierda algo. A veces son cosas insignificantes como un aro o la lista del supermercado”, cuenta Ana, arquitecta de 42 años. “Pero me ha pasado de olvidarme de buscar a mis hijos a un cumpleaños o perder una carpeta con un proyecto laboral importante. Mi madre es igual, vengo de una familia de despistados seriales, si no fuera porque empecé a anotar cada cosa mínima que tengo que hacer, la perdida sería yo”.

Todos nos hemos olvidado alguna que otra vez las llaves del lado de adentro, pero hay personas que tienen inconvenientes de memoria y atención a diario. Según un estudio realizado en Alemania, el 75% de las personas distraídas presentan una variación del gen receptor de la dopamina. En otras palabras: que te olvides de todo también es culpa de tus padres, ya que la cuestión genética tiene gran influencia.

Por otro lado, factores como el estrés, el insomnio, la ansiedad y la angustia también están en el detrás de escena de los olvidos. “Para retener una información hay que estar atento, alerta y despierto”, explica Mercé Boada, neuróloga del hospital Vall d’Hebrón de Barcelona. “Esta situación de atención-concentración se relaciona con el estado psicoafectivo. Cuando se evalúa a adultos con problemas de memoria, se observa que la mayoría de ellos no presenta déficit en las pruebas de memoria pura, sino en las de atención-concentración”.

El estado de ánimo se ve reflejado en la capacidad de atención y, por ende, en la cantidad de cosas que te olvidás. Si dormiste mal, tenés la cabeza en otra cosa, estás deprimido o preocupado, es muy probable que no puedas ordenarte y que no recuerdes las acciones cotidianas ni los lugares donde apoyás las cosas.

Habitantes de saturno

Sin embargo, no todo es negativo para los olvidadizos. Se cree que la dispersión es reflejo de una inteligencia más aguda: en vez de estar concentrada al 100% en la tarea mecánica realizada, la mente de los distraídos navega y divaga por recuerdos y fantasías al mismo tiempo que, por ejemplo, prepara los fideos para el almuerzo. En la Universidad de Winsconsin se comprobó, por medio de una investigación, que la gente dispersa suele tener mayor capacidad para recordar información por períodos cortos de tiempo y posee un coeficiente intelectual y una capacidad de comprensión de lectura superior a la media. “Lo que sugiere el estudio es que cuando las tareas no son muy difíciles, las personas que tienen otros recursos de memoria de trabajo piensan en otras cosas aparte de lo que están haciendo”, dice Jonathan Smallwood, uno de los participantes.

“Desde chica que soy distraída”, cuenta Manuela, estudiante de teatro. “Mis padres me dicen que vivo en un universo paralelo y algo de razón tienen. Me cuesta concentrarme en las cosas simples, soy pésima para ubicarme, recordar nombres y direcciones, pero no me pasa al aprender un libreto. Creo que cada uno centra su atención en las cosas que realmente le interesan”.

Vivimos en una sociedad de consumo donde los objetos se asocian a la identidad, como si cada uno de nosotros fuéramos lo que tenemos. Dentro de esa lógica, perder u olvidar bienes materiales es considerado una falta de amor propio. ¿Y si se tratara de una actitud revolucionaria? “Vivir bajo la amenaza de que podemos perder cosas nos conduce a posturas conservadoras que hacen de nosotros personas mucho más fáciles de manipular”, dice la psicóloga María López Pérez. Perder el miedo a olvidarlas es asumir que no nos constituyen, que somos sujetos independientemente de lo que poseemos y que los objetos son sólo eso: objetos. Por eso, no hay necesidad de castigarse: “Mejor asumir que uno no es perfecto y que no tiene por qué serlo, porque nadie lo es. Saber eso da mucha tranquilidad”, dice Pérez.

Prevenir es curar

Existen trucos para vencer las consecuencias de la mala memoria. En vez de esfuerzos sobrehumanos -y vanos- tratando de recordar, mejor prevenir el olvido. Algo útil es poner las cosas siempre en el mismo lugar: colgar las llaves en la entrada de tu casa, apoyar los anteojos en la mesa de luz y guardar las facturas que ya pagaste en el mismo cajón. La clave está en sistematizar.

También ayuda repetir las cosas en voz alta: “Voy a guardar el cuaderno de vacunas de mi hijo en el mueble del living”. La agenda también es una aliada de los olvidadizos: anotá todo, aunque te parezca menor, y organizá tu semana con listas. De esta manera, no vas a solucionar tu divague mental, pero sí vas a poder vivir más tranquilo y confiado ya que tu vida no va a depender de tu memoria.

Olvidate de Internet

La falta de memoria y los olvidos son, según una corriente de la sociología, un mal de época. El síndrome Google -buscar compulsivamente todo en internet- cambia la manera de relacionarnos con la información y vuelve al cerebro más perezoso. Tener a un clic de distancia una memoria externa infinita, hace que nos volvamos menos exigentes a la hora de recordar por motus propio. Pero la tecnología encontró el modo de contrarrestar: existen aplicaciones diseñadas para entrenar a la memoria. Algunas de ellas son Neuronation, Memorado, Elevate, luminosity, Fir Brains y Memory trainer.

 

Fuente: Rumbos.

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